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sábado, 12 de octubre de 2013

El capitalismo lingüístico

Hoy Babelia dedicaba su número al Congreso de la Lengua Española de Panamá. Entre sus páginas se encontraba, como cada domingo, la columna de Antonio Muñoz Molina. Tal vez haya que preguntarse, antes de celebrar congresos, qué hay que hablar cuando se habla de una lengua. Palabras bien certeras son las que escribe el último Premio Príncipe de Asturias de las Letras:

los Gobiernos regionales y Ayuntamientos que le son afines, parecen empeñados en debilitar y hasta eliminar cualquiera de las formas de creatividad y de conocimiento que se hacen en nuestro idioma. Han arruinado los teatros y los cines subiéndoles insensatamente los impuestos. Han castigado a los maestros y a los profesores de la enseñanza pública reduciéndoles los sueldos y obligándoles a dar clase en aulas superpobladas. Han destruido una gran parte del tejido de investigación científica que costó tanto levantar. Han ahogado a las revistas culturales eliminando suscripciones a las bibliotecas públicas, tan castigadas en sus presupuestos que muchas veces ya no pueden permitirse la compra de libros nuevos.  

Yo también miro con desconfianza congresos como el de Panamá. Probablemente hiciera primero falta que los estudios de nuestra lengua estuviesen socialmente valorados, que cuando alguien decide matricularse en una carrera de humanidades no sea mirado con desdén, que leer fuera grabar bien dentro una lengua que es, como dice Muñoz Molina, "fuente de prosperidad". 

En definitiva, que no se convirtiese este bello patrimonio en algo que ha de ser contado y mirado en términos productivos.




(Preciosa ilustración de Ana Juan para el número de Babelia de este sábado)

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