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martes, 22 de octubre de 2013

Oviedo, ciudad irreal vestida de imperio




Esta foto la saqué el miércoles pasado. Por la mañana subí desde la facultad hasta la librería Ojanguren y fue entonces cuando me fijé en esta imagen: el hombre de Úrculo, tan solemne y tan solo como siempre, contemplaba la fotografía de Michael Haneke, el cineasta premiado con el Príncipe de Asturias de las Artes.

Por la tarde, el mismo día, disfrutaba en el Teatro Filarmónica del visionado de su película La pianista, emitida en un ciclo de cine en honor al director. Lo dije en su momento: su última película, Amour, me parece imprescindible. Creo que la violencia de Michael Haneke no es violencia, sino la vida. Una vida que abruma y fascina por igual, que se sale de las fronteras, que no se puede racionalizar. Una vida en la pantalla tan real que da miedo. 

Mañana estará en la Facultad de Filosofía y Letras Antonio Muñoz Molina, galardonado con el Príncipe de Asturias de las Letras. Sobre Muñoz Molina también podría extenderme mucho aquí. Me quedo, sin lugar a dudas, con sus columnas de cada sábado en Babelia. ¡Cuánta brillantez acompaña mis desayunos de los sábados!

Lástima que no vaya a poder asistir al encuentro en el Centro Niemeyer con la gran fotógrafa Annie Leibovitz. Una fotógrafa con una de las miradas más interesantes de nuestro tiempo. 

Supongo que, en el caso de estos premios, también hay que quedarse con lo bueno: la difusión de la obra de los premiados, el reconocimiento al Pueblo Ejemplar, a propuestas de cooperación necesarias, etc. Sin embargo, Oviedo no deja estos días de ser la ciudad irreal que se viste de imperio. El viernes, día en que tendrá lugar en el Teatro Campoamor la entrega, habrá en frente otros gaiteros que los que tocan para los premiados. Habrá, como el año pasado, protestas contra los recortes que los medios no verán. 

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