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martes, 24 de febrero de 2015

Diario de una lectora (XX): Aurora Luque, Personal & político

(Sobre: Aurora Luque, Personal & Político, Sevilla, Fundación José Manuel Lara. Vandalia, 2015). 





La situación de Aurora Luque en el panorama de la poesía contemporánea es difícil. Difícil, en primer lugar, por una imposible adscripción a la tendencia dominante de los años pasados, la poesía de la experiencia, cuyos bordes pudo haber alcanzado en algún momento. En segundo lugar, por su condición de mujer. La única generación que parece haber formado es "la generación del mito" junto con Juan Antonio González Iglesias. 

Su último libro acaba de salir, y parece quedarse más al margen de la tendencia dominante (tan machista) para emparentar con otras poetas como Chantall Maillard. Desde el título, que se acoge a la máxima feminista "Lo personal es lo político", Aurora Luque no solo toma por bandera discursos de la politización del cuerpo típicamente feministas, sino que hace una reivindicación de la escritura hecha por mujeres, y los poemas se vuelven más reflexivos y largos. Este libro es el que definitivamente le desvincula de aquella tendencia ya (casi) pasada de moda. 

Por otro lado, al margen de la caracterización en un grupo literario, y fijándose en su obra anterior, sin separarse de Epicuro y del mito, tiene mucha importancia la publicidad y las series. De hecho, me ha gustado, de hecho, ver deambular a Don Draper y a Heisenberg por sus páginas.


En definitiva, que la tendencia coolturalista no deja de darnos buenos momentos.

***


Comparto uno de los poemas del libro, "Alsinas":




Amo estos autobuses, las alsinas. Alsinas Graells Sur.
Mis amigos poemas, que adoran mucho el tren
aunque viajan en coche casi siempre,
consideran exótica mi opción.
No las estimo porque
ya circularan en mi infancia. Amo el tiempo que en ellas
me espera por perder. Me gusta la pobreza
de su palco elevado,
las cortinillas rígidas de sol, la perspectiva dada
por las curvas enésimas. Me gusta mi abandono.
Incluso amo su olor. Huelen como debió de oler, supongo,
la humildad obligada de los exploradores,
huelen como el fular
del penúltimo hippy de este mundo,
huelen a japonesas estudiantes,
a pulcros pensionistas muy enjutos.
Recuerdo que unos chicos de Marruecos
se descalzaron --venían muy cansados--
en una contorsión de baobabs
y una joven de piel de chocolate,
con medias de panal, merendó un huevo duro
a lo Robert de Niro, diablesca,
y colocó en la rejilla del asiento
con mucha parsimonia
su craquelada cáscara.
Se adentran como rojas lombrices pertinaces
en las profundas plazas de los pueblos,
bordean cien barrancos, bordean deslumbrantes
marejadas de plástico tensado,
la línea de las playas para pobres,
almendrales, pinares, viñas nuevas,
cortijadas ariscas, ramblas desoladoras,
desiertos sin glamour goytisoliano
y aldeas no encontrables
por ningún talentoso anglosajón.
Con su mucosidad de gasolinas
va tosiendo el motor. Esta nave nodriza
tan bronca y nauseabunda
nos acaba acunando como a enormes bebés.
Nuestro viaje contiene cáscaras de aventura,
nanas para mayores, semisueños no escritos,
fábulas de segunda.
                    Por eso amo estos rojos
autobuses, las alsinas del sur.
Viajan los argonautas (sus bisnietos)
de incógnito en sus rutas, y el camino parece
todavía un camino. 





Y, así, me preparo para otro viaje, aunque a mí no me gusten tanto como a Aurora Luque las Alsinas, y tenga que ser en tren. 

1 comentario:

  1. No conocía a la autora. Tendré que buscar este libro, que este poema que nos has dejado me ha gustado.
    Besotes!!!

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