(Esto es lo que pasa cuando te sacan una foto en un lugar que antes creías de paso).
Este escritorio no es en el que he escrito más poemas. De hecho, he escrito aquí más bien pocos. No está en mi lugar favorito. Su pared no está pintada de azul. El silencio no es el deseado. No son las montañas a las que emigro cada fin de semana, donde más escribo, pienso y leo; donde comprendo ya la dinámica de cada sombra, porque me he acostumbrado a ella, donde el único sonido es el de la fuente, alguna vaca que pasa, los pájaros emigrando como yo lo hago, la puerta, vieja, al cerrarse, los perros ladrando. El sonido del verde, también.
Aquí el invierno es menos frío, pero más duro, y una esquina me basta para escribir una autobiografía. ¿Diré ahora, con Juan Antonio González Iglesias, que "un ángulo me basta"? Más bien el ángulo me circunda a mí.
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