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viernes, 19 de julio de 2013

Roberto, a diez años de tu muerte, la realidad sigue siendo literaria



El lunes se cumplieron diez años de la muerte de Roberto Bolaño. Justo ahora que yo acabo 2666, me llega su recuerdo, más que por lo rutinario de las efemérides, por lo que su obra tiene de creación de una escritura necesaria, una escritura de la realidad y por la realidad que nos permite comprendernos y luchar.

En la primera parte de 2666, Liz Norton (la honda Liz Norton, ese personaje rodeado a veces de tanto misterio como el mismísimo Archiboldi), dice algo que viene a ser una reflexión sobre el valor de la palabra como creación de realidades inmensas.  Santa Teresa, «esa ciudad horrible», le hace a la inglesa recordar el momento en el que llama a un amigo de la infancia, Jimmy Crawford, por su diminutivo en un momento inesperado:

vi con los ojos que ahora tengo los ojos que en ese instante tenía, y oí una vez más mi llamada, el timbre de mi voz  la extrema cortesía de una niña de ocho años que llama a un niño de ocho años para advertirle que no olvide su goma de borrar, y que sin embargo no puede hacerlo llamándolo por su nombre, James, o Crawford, tal como es usual en la escuela, y prefiere, consciente o inconscientemente, emplear el diminutivo Jimmy, que denota cariño, un cariño verbal, un cariño personal, pues sólo ella, en ese instante que es un mundo, lo llama así, y que de alguna manera reviste con otros ropajes el cariño o la atención implícita en el gesto de advertirle un olvido, no olvides tu goma, o tu lápiz, y que , en el fondo, no era más que la expresión, verbalmente pobre o verbalmente rica, de la felicidad.1

El fragmento acaba siendo una apología a recordar las cosas por sus nombres. El recuerdo y la felicidad,  la palabra y la felicidad, la palabra y la vida. En las palabras se anclan los recuerdos y por ellas existen.  Más adelante, en la cuarta parte, cuando Santa Teresa se nos rebela definitivamente como «esa ciudad horrible» a la que Norton aludía, y Bolaño les da voz a las mujeres muertas, el autor irá más lejos.

Santa Teresa adquiere en «La parte de los crímenes» la condición de «ciudad escriturada». La literatura se encarga de dar realidad a un hecho condenado al olvido. Como Liz Norton recuerda a Jimmy por ser su diminutivo la «expresión de la felicidad», el lector reconocerá a las mujeres muertas por ser una expresión agónica y desmedida, una realidad que solo la literatura puede abarcar.

Muy acertada es la observación de Andrés Neuman en su blog. En palabras de este, en la «cualidad profundamente agónica» de la escritura de Roberto Bolaño reside la conmoción extrema que consigue.: «Quizá por eso conmueve tanto, hable de enciclopedias o crímenes, de sexo o metonimias», señala el escritor hispano-argentino.

En Bolaño está la escritura necesaria. Es necesaria porque nos da medida de una realidad que no podría existir de otro modo, a pesar de ser la nuestra propia, la que nos ocupa. Por eso la vida solo es real en la literatura, y solo así se puede enfrentar. Entonces, como el mismo narrador chileno decía, tener «el valor sabiendo previamente que va a ser derrotado, y salir a pelear: eso es la literatura».

Por eso, a diez años de tu muerte, Roberto, la realidad tiene y ha de seguir siendo literaria. Gracias por recordárnoslo.


1 Roberto Bolaño, 2666, Barcelona, Anagrama, 2012, p. 189.

4 comentarios:

  1. bonita reseña, me dejas con ganas de leer 2666, yo te recomiendo su pequeño y lírico "Amuleto".

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  2. Apunto tu recomendación, moonlight. :)

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  3. Yo todavía no leí 2666 (eso sí, lo tengo muy pendiente, más aún después de tu reseña), pero sí leí sus Cuentos. Te los recomiendo si aún no les echaste el guante, sobre todo por el prólogo: página y media de la metaliteratura más brillante.

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    1. Pues no, todavía no. De él hay que leerlo todo. Todo. :)

      Gracias, Z. :)

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