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miércoles, 31 de julio de 2013

A Santander con Vicente Huidobro

La semana pasada tuve la oportunidad de visitar en el Palacete del Embarcadero de Santander una exposición vinculada al encuentro organizado en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo "El creacionismo de Gerardo Diego y Vicente Huidobro: contexto histórico e influencias".

Mucho fue lo que me impactó de la exposición. Desde la foto en la casa de París de Huidobro donde aparecen Gerado Diego, Juan Gris, Le Corbusier..., hasta revistas y primeras ediciones, cartas y manuscritos (como el de la "Oda a Lenin"). Ahora bien, si tuviera que quedarme solo con una sola cosa, me quedaría con los caligramas colgados en las paredes.

Huidobro exhibió en vida algunos caligramas que más tarde pensaba recoger con el nombre de "Sala 14", lo que nunca se llevó a cabo (lo dice Gerardo Diego en su discurso de ingreso en la Real Academia). Parece que esta exposición ha servido para volver a darle vida a esta parte de la obra del chileno menos conocida. Uno de los que más me llamó la atención fue el titulado "Minuit", donde el profundo negro del fondo nos lleva a  esa noche en la que "un astre a perdu son chemin". Caminamos con él al vacío absoluto y lo aparentemente silencioso del poema se convierte en una eclosión de emociones:




Leyendo los caligramas de la exposición, especialmente algunos como los dedicados a la Torre Eiffel, me imagino a ese Huidobro que posee la mirada del bárbaro sobre la civilización parisina. Tiene sentido entonces que diga en Altazor: "Soy el ángel salvaje que cayó una mañana/ En vuestras plantaciones de preceptos". Pienso entonces también en ese ángel salvaje que más tarde volverá a Chile, a su mar, y reflejará en Últimos poemas el desengaño de quien ya lo ha vivido todo.  

Encontré en mi relectura de ese libro póstumo, Últimos poemas, al Huidobro que trasciende de su propio personaje. Me refiero al Vicente Huidobro que ama la vida (esa vida que está en el mismo acto artístico), el que se sumerge en su vuelo con baches y que desemboca (como en Altazor) en la mudez absoluta, en la nada. Huidobro, que conoce tan bien la palabra como el silencio, busca en la infancia para escribir su obra (tal vez, para encontrar esa creación pura que solo existe en las edades más tempranas) y después se dirige hacia el futuro y al pasado. Escribe tras el vuelo y encuentra el desengaño y la sabiduría.

En la velocidad que experimenta su poesía anterior ya hay un ánimo de huida, en ese movimiento incluso de las montañas  ("La cordillera Andina/ Veloz como un convoy/Atraviesa la América Latina") están todos los deseos y la fe con la que volamos en paracaídas. Nos queda darle la razón en eso de: Mago, he ahí tu paracaídas que una palabra tuya puede convertir en un parasubidas maravilloso. Cuando me veo a mí misma huyendo como el tren, como la montaña, como los pájaros, comprendo que estoy en Santander leyendo los versos de "Monumento al mar", con el balcón abierto de par en par (de mar en mar) para que entre su sonido y me traiga el mar de la infancia y el mar de Huidobro.

Comprendo que en esas imágenes existe una certeza de la que antes no me había percatado: la verdad de quien observa el mundo con la atención más precisa de todas. Me subo en su parasubidas y no puedo más que repetir lo que ya dijo Nicanor Parra: Also sprach Altazor. Así habló Altazor, y por mucho tiempo seguirá hablando, subiéndonos a su parasubidas para soportar el peso de los días.




(Para más información sobre la exposición, diríjanse aquí).



2 comentarios:

  1. Tú ayudas a soportar el peso (la insorportable levedad) de los días.

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  2. Has sabido disfrutar en esa hermosa ciudad de esta interesante exposición.
    Gracias por transmitir tan bien tus impresiones.

    Un abrazo

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