La poesía, la escritura en general, brilla por su ausencia en días tan fríos, parece que incluso los versos se congelan y se escapan a manos más calientes que las mías, siempre débiles dentro de unos guantes. Por eso me refugio en la palabra ajena, la adopto y me sirvo de ella para caminar.
Dejando de lado mis incapacidades: intentaré dejarme caer más por el desván, aunque sea siempre con arte ajeno.
(Este blog, a diferencia del anterior, siempre estuvo pensado para eso.)
me gusta subir a tu desván de tarde en tarde…
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