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domingo, 4 de mayo de 2014

Lo que va de la séptima temporada de Mad Men

Mad Men fue la primera serie que me hizo ver que este género estaba sustituyendo en calidad al del cine. Ahora ha llegado la última temporada, sigue guardando sorpresas.

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En los capítulos que van de esta última entrega, hemos experimentado la perdición del héroe, Don Draper. También hemos comprobado la soledad de Peggy Olson, y visto a su inteligencia intentando explicar las cosas y fracasar en el intento. Por su parte, Sally Draper nos ha sorprendido en ese desengaño que es crecer.

Porque los personajes crecen y crecen y crecen, y comienzan a descender de su vuelo, y en su caída se humanizan aun más. Estos tres personajes son para mí los que nos han dado y nos darán más que pensar y disfrutar. Creo que la hondura de Sally, Peggy y sobre todo, Don Draper (sobre quien la serie camina desde el capítulo 1 de la primera temporada) han eclipsado a otros personajes.

Betty Draper se queda ahora pasada de moda en sus limitadas aspiraciones de ama de casa (y el espectador se cansa ya de su estancamiento), también Megan en su carrera frustrada de actriz no resulta ya un personaje rico. Eso sí, Roger dándonos los mismos momentos de humor, y no podemos perder la pista a Dawn, que viene a ponernos sobre el conocimiento del crecimiento de la comunidad negra, y su papel supone un homenaje a su lucha. 

Formalmente, Mad Men sigue teniendo una estética perfecta y un vestuario increíble. Cada plano sigue siendo un cuadro de Hopper, una disección de la realidad americana, un homenaje a sus fragmentos. Pero sí, quedémonos con la caída de los héroes, digo humanos, quedémonos con Don Draper y su desengañada hija, y con Peggy Olson y sus búsquedas. 










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