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sábado, 12 de abril de 2014

Diario de una lectora (VIII) : Se derriten los copos, crece la primavera sobre la nieve. Más elegías.

Me gustan estos días en los que la primavera asoma, pero el invierno no se resiste a dar por perdida la batalla y nos obliga (sobre todo en el norte) a llevar una chaqueta siempre encima. También cómo, mientras se derrite el invierno, llegan algunos libros a mis manos. Hay dos en concreto que alcanzaron mis manos estos días: Chatterton de Elena Medel, publicado estos días; y La mano vacía, de Héctor Pérez Iglesias, un poemario en asturiano que salió a la luz el otoño pasado. 



El libro de Elena Medel, Chatterton, es el camino después de Tara. El misticismo y el lenguaje de este último no se pierde del todo (incluso cuando a ratos lo pierde por completo). Lo tiene la voz que canta a Chatterton, el poeta romántico que se suicidó a los diecisiete años:

Mentí durante diecisiete años. Mentí después
en todos mis poemas. He mentido durante los diez
años siguientes. Acércate, soy
como tú. Escucha cómo late mi corazón
perverso: mudanzas en platitos
de papilla de mamá. Aliméntame,
compréndeme, yo vestía unas ropas que nunca fueron mías,
yo escribía en un idioma ajeno, pequeña, tonta,
qué mal memoricé: con mis poemas levanté un imperio.
Pero todo acabó. ¿Quién soy ahora?
Engañaste durante diecisiete años; antes de los míos
comencé yo a mentir. Un abanico con telas del Oriente
para mi hermana. Para mi madre araña compraré moldes de costura.
Tabaco que recubra los pulmones de mi padre. ¿Quién soy realmente
ahora? He soñado contigo algunas noches.
Te prometo que si salgo visitaré tu tumba. Ahora sí que
no miento. Ahora sí que no.

(Elena Medel, "Chatterton")

Pero el lenguaje pierde su recubrimiento y gana naturalidad cuando enuncia el fracaso laboral, las expectativas extinguidas, lo perdido de una generación. Tal vez ocurra porque el recuerdo y el linaje (presentes en Tara) son fuertes cimientos para la imagen y la metáfora, pero la precariedad no se pueden contar de otra manera. No se puede crear imágenes que mejor la describan que el lenguaje crudo. Algunos extractos que lo prueban: 

Madurar
era esto:
no caer al suelo, chocar contra el suelo, contemplar el
pudrirse de la piel
igual que un fruto antiguo. 
(Elena Medel, "Estamos realizando obras en el exterior. No utilizar esta puerta excepto en caso de emergencia") 


 De las bocas abiertas, de los cuerpos pequeños: todo
cuanto sabíamos.
Hurgaban en el cubo y en su eco, a veces los gusanos; sin
cebos para el ocio
familiar, todo lo conocíamos. Rugoso y mojado en el tacto
de otro el tacto
de las yemas de los dedos, te despertaba el asco y a la vez te
despertaba  la sensación de conocer la piel que ahora descubres. 

(Elena Medel, "Canción de los adultos con responsabilidades") 


***



El libro de Héctor Pérez Iglesias hace que resuenen en mí las palabras del gran poeta entrerriano Juan L. Ortiz: "la poesía provincial tiene siempre algo que ver con la elegía". Héctor Pérez Iglesias escribe un poemario en esta llingua nuesa que también habla del frío y del invierno que no se acaba. "Escondese ellí yera temblar" dice el primer verso, después, también habrá noticias de la batalla de la nieve: 

Ensin la so vieya promesa
de día ensin clase, la ñeve
ye sólo un parásitu de caligrafía
esfilachada, una rabiosa infeición
que mancha de fiebre los portales. 

La naturaleza es en sí misma una elegía, que se defiende a sí misma: 

la lluna foi primero
un animal medrosu aprodeciendo namái
l'afelpáu focicu per una esquina
de la ventana... 

Lo es también el atardecer: 

L'atapecer ye un perru
de colores sarnosos que da vueltes nuna
esquina del cielo buscando
un sitiu onde s'echar. Cobaltu
fuxidizo, esplumosu azafrán. 


Eso sí, también hay desencanto urbano en el poemario de Héctor Pérez Iglesias, un desencanto mucho menos entrañable, mucho más cruel, la vida de afuera como testimonio más duro que el invierno mismo. No tiene sentido hablar de este libro en esta lengua, el castellano. Por eso, mejor, lean el libro.


***



Dos libros ásperos y crudos, revestidos con un lenguaje desnudo en el que tal vez, podamos comprendernos. Con ellos, llega la primavera, yo estreno años, y asimilamos lo que falta para que se derritan los últimos copos. 

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