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viernes, 16 de agosto de 2013

Difícil expresar el dolor cuando la vida vence a la literatura

A veces la vida (o la muerte) va más deprisa que nuestras acciones. Ayer falleció Almudena Torres, una niña asturiana de trece años víctima de leucemia.  Hace unas semanas un acto deportivo-benéfico se celebró en Gijón para recaudar fondos para su tratamiento. Lamentablemente, fue tarde. 

A raíz de la noticia, decido compartir con ustedes uno de los poemas que formarán parte de Libélula. Lo escribí tras ver en la televisión a otra de esas niñas que, como Almudena Torres, pedía desde el programa de la tarde tapones de refrescos con el fin de obtener dinero para curar su enfermedad.

Cuando uno piensa en la enfermedad, en el dolor y en la infancia coartada como fuentes del poema, se da cuenta de que este último queda en seguida desbordado. A la literatura la derrota la vida, y uno solo quiere correr. Aun así, aunque mal, la poesía tiene que intentar dar medida del dolor humano, ese (creo humildemente) es su verdadero compromiso. Lo único que yo podría hacer hoy, es dejarles con mi poema: "Tapones de colores en el informativo de la tarde". 


Imaginé tapones de colores diferentes,
como los pulmones de la niña y los fetos
de mujeres extraordinarias que creyeron
en la esperanza.
Tapones con los colores de la enfermedad
y los del tiempo y la fuerza.

Los ojos del poema eran los ojos grandes
de la niña de los tapones de colores.
Acaparaban las palabras no dichas su cuerpo,
y era la estrofa rojo Coca Cola o naranja Fanta,
o un sonido largo en medio de la noche
que reiniciara el calcio y el fósforo perdido.

Iluminaba todo el poema su mirada azul y endeble
como si viniera a pedir un terrón del azúcar
que otros comemos a cucharadas
aunque el café se quede frío.

1 comentario:

  1. Trágico final para la criatura Almudena, desgraciadamente. Ya descansa bellísima en tu poema, Raquel.

    Un saludo
    Setefilla

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