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domingo, 23 de junio de 2013

La enfermedad, Amadís de Gaula y la ficción más certera

Tal vez sea  la sinusitis que vengo arrastrando desde hace unas semanas la que hace que la realidad adquiera otra dimensión. Probablemente tengan razón esos que dicen que cuando mejor se asimila la ficción sea cuando uno está en la cama, bajo los efectos de la enfermedad. Sea como sea, aprovecho estos momentos para sumergirme en las grandes novelas, en esas que uno siempre deja, por su extensión, para el verano (o para la enfermedad). 

A poco que se sepa de historia de la literatura uno puede saber que la ficción nunca fue tan real como en el momento en que Garci Rodríguez de Montalvo recopiló los materiales para escribir, en aquel otoño de la Edad Media, Amadís de Gaula. Por entonces la ficción se buscaba como a una certeza mayor que la propia vida. Entonces aparecían, junto a lo sobrenatural, detalles como los afectos, como los roces de las manos, como la guirnalda que se ponía la mujer del cabello hermoso. En definitiva, en las novelas de caballerías, realidad y ficción formaban un solo plano. El mundo no se reproducía, sino que un mundo propio emergía por sí mismo de las ruinas del otro. Y, así, la ficción se encargaba de darle seguridad al hombre en un mundo que era de todo menos seguro. 

Tal vez sea estar en cama, me digo. Tal vez sea eso lo que me haya hecho adentrarme en el libro de caballerías por excelencia, ese que llevó a que un hidalgo de la Mancha luchase contra todo para ser un caballero. Tal vez, en esta coyuntura social, hoy, con este dolor de cabeza infernal, la inventiva tampoco tiene límites y por eso nuestra única protección es la certeza de que detrás de las cortinas está escondida Urganda la Desconocida.

2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. El verano, en sí mismo, es una suerte de enfermedad. Estoy convencido, lo era para Mahler. Al menos desde ese punto de vista que lo planteas. Cielos, y qué deleite leer novelas de caballerías en plena convalecencia.

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