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martes, 29 de enero de 2013

Ikiru o resolución de ser feliz

La enfermedad es una obsesión irreprochable, la hipocondría un bien escaso. Vivir es una enfermedad y una obsesión. Pero hay que vivir; primero lo dijo Kurosawa en Ikiru (1952), después Isabel Coixet tomó su influencia y relevo para hacer Mi vida sin mí (2003). Dos películas conmovedoras, una reescritura de la otra, adaptación a nuestros días y miedos. Dos películas necesarias para no ser una estatua egipcia, para no dormir ni morir lentamente, como dijo Martha Medeiros (y no Neruda). 
Porque hay que vivir y resolver ser feliz, aunque como dijera Jaime Gil de Biedma (y haciéndome eco de la entrada del día anterior): "más que el propósito de enmienda/ dura el dolor del corazón".



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