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viernes, 6 de julio de 2012

Tres mujeres. Tres referentes:



Di que querías ser caballo esbelto, nombre
de algún caballo mítico,
o acaso nombre de tristán, y oscuro.
Dilo, caballo griego, que querías ser estatua desde hace diez mil años,
di sur, y di paloma adelfa blanca,
que habrías querido ser en tales cosas,
morirte en su substancia, ser columna.

Di que demasiadas veces
astrolabios, estrellas, el nervio de los ángeles,
vinieron a hacer música para Rilke el poeta,
no para tus rodillas o tu alma de muro.

Mientras la marihuana destila mares verdes,
habla en las recepciones con sus lágrimas verdes,
o le roba a la luz su luz más verde,
te desconoces, te desconoces.

Blanca Andreu


Codiciamos la muerte y la tememos:
¡anécdotas de amante!

Codiciamos la muerte y la tememos,
bonita paradoja,
en tanto que la vida nos deshace
la vida hoja por hoja.
Bajo el capucho y junto a la guadaña,
como otra flor cualquiera,
a veces nos parece flor, y a veces
la negra calavera.
Yo no sabré decir por qué su cara
de misterioso frío
es dulce como miel y pavorosa
en el mismo vacío.
Escuchando unas horas las injurias
y otras los halagos,
ella sonríe calma y no se alteran
sus bellos ojos vagos.
¡Amada nuestra, musa, amada mía!
¡Idolatrada muerte!
Por encima de todos nuestros dioses
te hemos mirado siempre.
Y sabes que llamarte o maldecirte
no es muy importante.
Codiciamos la muerte y la tememos:
¡anécdotas de amante!

Carmen Jodra



Escribiré quinientas veces el nombre de mi madre.
Con un vestido blanco trazaré cada una de sus letras por las
paredes de mi dormitorio, por el suelo del patio del
colegio, por el pasillo de la casa más antigua. Para
recordar mi origen cada vez que yo viva.
En todos los lugares podré besar sus mejillas limpias de
cristal, aunque ella duerma lejos:
sus mejillas cercanas que me dolerán allá donde acaricie
su nombre escrito.
Tantos días, tantas noches habrá de alimentarme
amorosamente con su parábola descalza;
vendrá mi madre a arroparme, mujer de humo, con los ojos
tiritando de suerte,
y en cada sueño mis apellidos dolerán como un cartel de
bienvenida a un hogar diferente.
Sobre mi cabello, rubio como el de mi madre, la corona que
me ciño como hija primogénita de Dinamarca.
Me llamaré Vacía, en honor a mis muertos; miraré cómo
retozan de acrílico las palmas de mis manos, sangrará
mi lengua a disposici6n de mis muertos.
Gritaré quinientas veces el nombre de mi madre para quien
quiera escucharlo, y escribiré que bendigo este medio
corazón en huelga mío, pues no olvido:
nací para llorar la muerte de otros.

Elena Medel





Quizás porque es la poesía que más me gusta, me quedo con las primeras obras de Blanca Andreu y con Elena Medel. De una niña de provincias que se vino a vivir en un chagall me parece un libro imprescindible, muy novedoso cuando se publicó y muy novedoso ahora también.
¿Qué decir de Tara que ha marcado mi forma de entender la poesía? Ya hace tiempo compartí con vosotros otro de sus poemas. Pocos jóvenes poetas (y viejos) hay como Elena Medel.
De Carmen Jodra diré que admiro muchísimo cómo es capaz de plasmar las preocupaciones de la adolescencia, renunciando para ello al verso libre y creando así una voz única.

3 comentarios:

  1. Gracias, Raquel. Magnífica selección. El primero de los tres me ha gustado muy especialmente. Ha resonado en mi memoria como el eco de algo familiar y muy querido.

    Besazos.

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  2. Sí, para mí ese poema no solo resume la actitud ante la poesía de la autora, sino también una actitud ante la vida.

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  3. Blanca Andreu es genial, también de mis favoritas. Carmen Jodra me gusta, Elena Medel no, pero igual gracias por compartir, sobre todo por la selección-combinación :)

    ¡Abrazos!

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