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miércoles, 8 de diciembre de 2010

Pintando el desván de azul

Mi abuela me dejó el desván para que metiese los trastos viejos (y en realidad también nuevos, porque siguen siendo los mismos). Ya se estaba acumulando demasiado entre música, libros, fotografías, y mucho más que ni siquiera yo misma tenía conciencia de poseer.
Era necesario adecuar el desván a todas esas cosas y acabamos pintándolo de azul. No sé si porque es el color del cielo o si porque, sencillamente, era el único que tenía a mano en ese momento. A la abuela nunca le gustó innovar y desechaba la idea de tener en casa colores violetas, rosas o fucsias.
El caso es que el desván se convirtió en un desván azul, lleno de...muchas cosas. Supongo que me gustaría que fuese algo parecido a lo que Virginia Woolf imaginaba como un cuarto propio. Un desván propio, entonces. Y azul.
Así que, aquí estoy otra vez. Tras tomar la decisión de cambio, dejar a un lado el adolescente abrazosdeinvierno (después de tres años de ciberexistencia y casi 400 seguidores) y quitar el disfraz de OjosMiel, toca ordenar el desván. Habrá que ir subiendo lo acumulado, decorando, instalando sillones para los visitantes, etc.
Queda así inaugurado un desván azul.


Pd. ¡Qué rabia que en la dirección no aparezca con tilde, como un verdadero desván!

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